Sara Díaz Oporto

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Bio

Me llamo Sara Díaz Oporto, tengo 23 años, me gusta hacer teatro y me considero optimista y soñadora. Cuando terminé el colegio sabía que quería estudiar una carrera que involucrara arte y matemática. Quería estudiar Ingeniería mecánica, me llamaban la atención la robótica y las esculturas cinéticas. Mis padres me dijeron que esa carrera no era para chicas y me recomendaron estudiar otra. Cuando les comenté a mis amigas que quería estudiar ingeniería, hicieron bromas diciendo que me imaginaban con femeninos zapatos brillantes mientras reparaba un motor. Por influencia de muchas personas decidí elegir otra carrera: Arquitectura. No me disgustaba, pero no me apasionaba en lo más mínimo. Hablé con mis padres acerca de cómo me sentía y me dieron permiso para estudiar Ingeniería mecánica. Entré muy emocionada, sin embargo los primeros días estaba un poco incómoda porque sentía que no encajaba. Cuando antes de postular me dijeron que pocas chicas estudiaban esta carrera no pensé que fuera tan notorio. En mi promoción éramos 110 varones y… ¡nada más 8 mujeres! No solo eso, habían profesores que hacían comentarios machistas y todos estaban acostumbrados. Nadie veía algo malo en lo que ellos decían, mis compañeros se reían de los comentarios hacia nosotras. Los que más recuerdo son: “¿Te equivocaste de salón o estudias ingeniería?”, “Ojalá las señoritas entiendan”, “Si no estás comprendiendo la clase mejor ve a pintarte las uñas” y mi favorito, “Las chicas que estudian ingeniería lo hacen para encontrar un marido que las mantenga”. Las primeras semanas me esforcé bastante en destacar académicamente para que mis profesores comprendan que yo era tan capaz como mis compañeros de aprender y que merecía respeto porque mi objetivo era estudiar. El tiempo pasó y los comentarios fuera de lugar fueron desapareciendo. Un año mi familia tuvo grandes problemas económicos y tuve que dejar la universidad. Esto me entristeció mucho, pensé en buscar empleo en trabajos de medio tiempo y en estudiar lo que pudiera en cursos de internet. Navegando encontré una convocatoria para ser estudiante en Laboratoria. Me emocioné mucho al saber que su objetivo era educar a mujeres en una carrera tecnológica y ubicarlas en un ambiente laboral. Postulé inmediatamente. Después de pruebas de lógica y entrevistas logré ingresar. Me encantó aprender tanto día a día y conocer a chicas con las mismas experiencias y metas que tenía yo. Comprendí que hay problemas que afectan a todos, que pueden parecer casos perdidos y que podemos resolverlos. El cambio no será inmediato, pero juntos podemos luchar por llegar a una solución. Laboratoria fue una experiencia que marcó mi vida: Descubrí mi amor por el código y mis ganas de hacer un cambio. Cuando terminó el programa de formación, me contactaron con una empresa dedicada al desarrollo de software y empecé a trabajar ahí. El ambiente laboral era magnífico y aprendía algo nuevo todos los días. Ese año, mis ganas de ser un agente de cambio me motivaron además a entrar a AIESEC, una organización de jóvenes que busca impactar en el mundo por medio de intercambios que permitan aprender sobre liderazgo y respeto hacia otras culturas. En este ambiente trabajé entrevistando a chicos de otros países que querían venir a Arequipa. Conocí a muchas personas con ideas claras de cambiar el mundo, con perspectivas diferentes y de orígenes distintos a los míos. Hablando con estudiantes de otros países, entendí que la brecha de género en las carreras relacionadas con tecnología era un problema global. Desde el año pasado decidí estudiar Ingeniería de Software en una universidad distinta a la anterior. Como era de esperarse el salón estaba conformado en su mayoría por varones. Lo bueno es que a diferencia de mi primera experiencia universitaria, ahora no recibía ofensivos comentarios machistas. De todos modos trataba de luchar contra la brecha cuando la ocasión se presentaba: Hablaba sobre mis puntos de vista e intentaba que mis compañeras se sientan lo más cómodas que pudieran en la carrera. Un día una profesora nos habló sobre Latinity. Después de saber de qué se trataba me entusiasme muchísimo y me sentía muy afortunada porque se llevaría a cabo en la ciudad en la que vivo. En el congreso conocí a muchas chicas con pensamientos parecidos a los míos y me alegró saber que no estoy sola, que el cambio lo podemos hacer todas. Ahora estoy estudiando ingeniería de Software y trabajando. Estoy convencida que el futuro estará construido tanto por hombres como por mujeres. Que gracias a nuestro esfuerzo la igualdad dejará de ser una utopía para ser realidad.